domingo, 16 de octubre de 2011

El dedo levantado - Hermann Hesse

El maestro Dyu-Dschi era-tal como nos relatan-
de maneras calladas, suave y tan modesto
que renunció a las palabras y enseñanzas
porque palabra es apariencia
y evitar cualquiera apariencia
era su preocupación.

Cuando alumnos, monjes y novicios
gustaban de lucirse en nobles charlas,
con juegos del espíritu, sobre el supremo anhelo,
sobre el por qué del mundo, él observaba silencioso,
cuidándose de cualquier exageración.

Y cuando se le acercaban a preguntarle,
vanidosos o serios,
por el sentido de las escrituras antiguas,
por el nombre del Buda, por la iluminación,
por el principio o el fin del mundo, permanecía
en silencio, y, despaciosamente, tan sólo señalaba
con el dedo hacia lo alto.

Y con esta señal muda, convincente,
se fue haciendo cada vez más tierno:
advirtió, enseñó, alabó, castigó, mostró
en forma tan propia el corazón del mundo
y de la verdad que, con los años,
más de un discípulo entendió el suave
levantamiento de su dedo,
despertó y se estremeció.
-
Las palabras son una máscara que raramente expresan en forma correcta lo que está detrás; más bien lo encubren. La inteligencia no es lo que importa, sino la fantasía. Quienes son capaces de vivir en la fantasía, no necesitan la religión. Es con la fantasía como se puede comprender que el hombre retorna al Universo. Le repito ahora que no importa saber si hay algo más allá de esta vida. Lo que cuesta es haber cumplido con el trabajo justo. De este modo, todo estará bien. El Universo, para mí, significa lo que Dios para otros. El Universo, la Naturaleza. No hay que sentirlos como a enemigos, sino como a una madre y entregarse a la Naturaleza apaciblemente, con amor. Entonces se sabe, se siente, que uno retorna al Universo, como todas las cosas, como los animales, como las plantas. Somos únicamente partes infinitesimales del Todo, del Universo. Es absurdo rebelarse. Hay que entregarse a la gran corriente, como a una madre...

( El círculo Hermético, de Miguel Serrano)

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