viernes, 27 de noviembre de 2009





Hace años me llegó de regalo un libro de Maestros de la Literatura Rusa y dentro de éste venía la novela de Pushkin, La hija del capitán (1836). Según la referencia de mi texto, es la mejor novela del autor y trata de la rebelión campesina de Emelian Pugachov. Se conjugan admirablemente la concisión del estilo con las pasiones tormentosas que se suceden y con la evocación de un marco histórico dominado por la insurrección de los campesinos: estos desheredados a los que Pushkin contempla con simpatía.
Cada capítulo se iniciaba con una copla, un poema, una canción. El personaje, un joven militar, escribía poesía y hubo una cancioncilla, como él la denominaba, que guardé en mi memoria. La aprendí de la traducción de mi libro, la he visto diferente en otras ediciones, sin embargo, siempre conservé ésta versión que trae nostalgia de los días de amor y desamor.

En vano me empeño


en olvidar su hermosura


¡Ay! cómo me esfuerzo


en recobrar mi libertad.



Sus hermosos ojos


me miran con fijeza


afligiendo mi alma,


turbando mi paz.



Cuando sepas mi desdicha


Oh, Masha, apiádate de mí,


pon fin al cruel tormento


de estar prendado de ti.


La hija del Capitán, de Aleksandr S. Pushkin, capítulo 4, el duelo.




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